Guillermo Cabrera Infante. / daniel mordzinski
En los primeros años de su exilio en Londres, y en los días más fríos, Guillermo Cabrera Infante se iba despojando de su ropa, de su saco, de los pantalones, de la ropa interior, de los calcetines, hasta que se quedaba completamente desnudo ante su máquina de escribir, una Smith Corona que le acompañó siempre. Así, desnudo, cerca de un mapa de La Habana, escribió La Habana para un infante difunto. Y, aun más, escribió un libro que hasta ahora ha permanecido secreto, Mapa dibujado por un espía, que su mujer Miriam Gómez y su editor Antoni Munné (Galaxia Gutenberg) han decidido dar a la imprenta.