Publicado originalmente en "Jot Down". Aquí tienes el enlace.
Desde hace unos años, cada noviembre se representa en el madrileño Campo de Cebada una versión actualizada deDon Juan Tenorio de José Zorrilla. Se trata de una propuesta financiada por crowdfunding que propone, entre otros aspectos, recordar que el teatro por antonomasia es la reunión del pueblo ante el hecho teatral. Aquí se puede encontrar toda la descripción del proyecto, del que la prensa nacional se hizo eco en su momento. Como todas las iniciativas, este don Juan dirigido por César Barló (uno de los directores jóvenes más interesantes ycomprometidos de la escena actual española) tiene sus detractores y sus admiradores. Es algo que suele suceder siempre que se pone en pie cualquier adaptación del mayor mito literario de nuestro país, desde que Tirso de Molina (o quien fuera el genio) escribió El burlador de Sevilla. Sin ir más lejos, el que esto escribe mantiene desde hace años una bella relación de amor/odio con el texto de Zorrilla: lleno de ripios imposibles, pero con un ritmo y una teatralidad que no siempre la dramaturgia española ha sabido igualar.
Viene todo esto a cuento de un artículo aparecido hace unos días en La Marea, un medio que apuesta por la regeneración democrática de nuestro país. El artículo en cuestión parte de una premisa indiscutible (a saber, que el personaje de don Juan es un chulo camorrista y violento) para concluir que «forma parte de una tradición que habría que desterrar de una vez por todas» y que «la violencia simbólica del Tenorio debería ser repudiada de oficio por quienes hablan de crear espacios de ciudadanía».