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El silencio del gaviero, por Boris Muñoz

Álvaro640
La muerte de Alvaro Mutis no solo trae consigo el final humano de su maravillosa obra poética y novelística, sino que es el anuncio de la paulatina pero cada vez más rápida desaparición física de una generación que marcó las letras latinoamericanas. Mutis no perteneció al boom, ni es algo que necesariamente hubiese deseado. Fue un poeta precoz y un novelista tardío, pero no debe olvidarse que dos de sus obras más originales El diario de Lecumberri (1960) y el conjunto de relatos de La mansión de Araucaima (1973), coinciden con los años que van de la germinación a la cúspide de ese fenómeno literario y editorial. De modo que generacionalmente, Mutis merodeó elboom y fue de hecho compañero entrañable de Gabriel García Márquez. Y no solo eso, sino también un deicida, en el sentido que le dio Vargas Llosa a este término para definir la obra de García Márquez, es decir, un creador de mundos. Así como García Márquez jugó a ser dios creando Macondo, Mutis creó un universo cuyos mundos giraban alrededor de un marinero azaroso.