Publicado originalmente en "El País", por Javier Sampedro. Aquí tienes el enlace.
Un libro de citas del físico revela su cara artística, su humor y sus zonas umbrías.
A casi 60 años de su muerte, los logros científicos de
Albert Einstein
siguen proyectando una sombra tan alargada sobre nuestro entendimiento
del mundo, y sobre el mundo en sí mismo, que lo más fácil es caer en una
especie de trampa religiosa y declararle un ídolo o un superhombre, un
icono que simboliza el poder de la mente pura para comprender y predecir
la realidad. Las primeras recopilaciones de sus citas, filtradas con
mano férrea por su secretaria y archivera, Helen Dukas, no hicieron sino
alimentar ese mito al presentar una sesgada selección del Einstein más
profundo, sensato y ecuánime, sin las fisuras ni debilidades que suelen
revestir de carne a los arquetipos o a los espíritus puros.
Albert Einstein: el libro definitivo de citas (Plataforma
Editorial) desentierra ahora —en una recopilación de exitosas ventas de
la Universidad de Princeton— la cara oculta del genio: su esencial
faceta artística, su omnipresente y agudo sentido del humor, también sus
zonas más umbrías.