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Un bolígrafo para cada día, cada hotel y cada viaje.

Publicado originalmente en "Moleskine Literario" de Iván Thays. Aquí mismo tienes el enlace.

Paulo Coelho y sus más de 50 millones de ejemplares vendidos no pasa la prueba de disección literaria que hace Héctor Abad Faciolince en ProDavinci. Desde sus estrategias literarias hasta su cursilería, todo es detallado en el extenso artículo del narrador colombiano. Nada de eso detendrá, obviamente, a sus millones de lectores. Pero es bueno que alguien ponga los múltiples reparos contra Coelho en blanco y negro.

Algunos párrafos de la nota:

Mis hombres favoritos: Carlos Barral y Jaime Gil de Biedma

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Carlos Barral y Jaime Gil de Biedma
Carlos Barral y Jaime Gil de Biedma.
Vaya por delante un asunto personal: Barcelona es mi ciudad, pero no la amo. La conozco en profundidad y creedme si os digo que no hay mucho en su aire húmedo que consiga emocionarme. Son algunos de sus pobladores —algunos amigos, otros, absolutos desconocidos, contemporáneos, unos vivos, otros no— los que me reconcilian con ella. De entre la camarilla ausente, la extrañeza surge al echar de menos a personas con las que tienes la certeza de que jamás podrás tropezarte por estas calles. Me pasa frecuentemente con dos muertos que —parafraseando la película— un día estuvieron muy vivos, dos camaradas, dos extraordinarios memorialistas, dos bebedores compulsivos, dos poetas como la copa de un pino: Jaime Gil de Biedma y Carlos Barral. Dos tipos que comparten sea leyéndolos o, casi simplemente, pensando en ellos­— el insólito mérito de dar ganas de vivir más y mejor, uno de los mejores piropos que se me ocurren ahora mismo. Tan diferentes, tan leales y rivales a la vez, de Barral y de Gil de Biedma se podría decir que, cada uno a su manera, llevaban hasta las últimas consecuencias —llevándose por delante lo que hiciera falta— la máxima de Montaigne: «mi oficio y mi arte es vivir».