Abandonando momentáneamente su condición de novelista, Vargas Llosa nos ofrece este interesante ensayo. Realmente, una recopilación de artículos, publicados casi todos en la columna "Piedra de toque" y vertebrados en torno al concepto de "Civilización del espectáculo", acuñado por el ilustre peruano para describir nuestra civilización. No me atrevo a decir nuestra "cultura".
V.LL.empieza el libro-cubriéndose las espaldas, acaso- con un somero repaso de las ideas sobre la cultura de Eliot, Steiner, Marx, Marcusse...
Con ayuda de todos ellos, Vargas Llosa define lo que fue la "gran cultura" y luego expone lo que ha llegado a ser. Y claro, se lamenta por el "cambiazo".
La masificación cultural producida por "la cultura del espectáculo", que tan acertadamente describe VL, los "mass media", TV e Internet, no es de ningún modo una sustitución de la "gran cultura" ni un relajamiento de los niveles mínimos exigidos para los que se consideran miembros de ese club. Es, por el contrario, un cambio radical en el "back stage", en el telón de fondo. Mientras en otras épocas la mayor parte del mundo era -poco más o menos- absolutamente ignorante y algunas sociedades valoraban enormemente a sus élites culturales, hoy en día esa ignorancia ha sido sustituido por un barniz, fino probablemente, de conocimientos, prejuicios, modas, consignas más o menos sencillas. Todo ello, con un gran peso de la imagen y la música. Y ello no es obstáculo -probablemente todo lo contrario- para que determinado porcentaje de la población lea mucho, visite con interés los museos y venere las muestras de "alta cultura". Un porcentaje que no ha disminuido en ningún momento (lo contrario parece ser cierto), pero que destaca menos, es menos "obvio" que en otros momentos históricos. Afortunadamente, diría alguno.
En lo que sí tiene razón Vargas Llosa es en la menguante influencia pública del intelectual. Pero no creo que acierte en el análisis del por qué ocurre eso. En épocas relativamente recientes las masas trabajadoras -carne de marxismos o fascismos 1.- No estaban para frivolidades y 2.- Estaban extremadamente jerarquizadas. Tengamos en cuenta que llevaban mucho, mucho tiempo escuchando casi exclusivamente a los curas, casi siempre desde los púlpitos (no había otros medios) y fue toda una novedad incorporar a algunos filósofos, escritores, dramaturgos y luego, en menor grado, periodistas, al catálogo de prescriptores éticos e intelectuales.
Ahora, cuando "todo el mundo es clase media"... o pretende serlo, cuando una relativa abundancia ha permitido el nacimiento de la "civilización del espectáculo" (cercana, en muchos sentidos, a la que algunos llamaron "sociedad del ocio") y, sobre todo, cuando la sociedad ha perdido toda rigidez jarárquica (siguen existiendo clases, claro, pero no de una forma estructurada, sistemática y obligatoria), toda esa gente no cree tener ninguna necesidad de más interlocutores y prescriptores que los modelos de éxito en las actividades que más admiran. Cantantes, actores, dj's y futbolistas. Y en algunos casos, cuidado, chulos y traficantes de droga.
No necesitan la orientación de superiores jerárquicos.
Otro aspecto que no señala Vargas Llosa -y debería- es que esa brújula ética que supuestamente representó la "intelligentsia" para la sociedad no evitó dos guerras mundiales, el surgimiento del fascismo, el comunismo, etc.
Por lo demás, en otros ensayos que forman parte del mismo libro, Vargas Llosa critica ferozmente (comparto al 100x100 su posición) el circuito-circo del arte contemporáneo. Y nos cuenta como la "corrección política" auspiciada por algunos antropólogos de mediados del siglo pasado ha conducido a la teórica desaparición de las diferencias entre gente culta e inculta, países desarrollados y retrasados. Y habla sobre la importancia del Estado laico. Y sobre el debate del velo islámico. Y sobre la historia de "las" liberaciones sexuales (la de los libertinos del siglo XVII y "la nuestra", la del siglo XX. Y sobre los excesos de la libertad de expresión.
Una lectura obligatoria, este Vargas Llosa.
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