David Brin, es un escritor brillante, sin duda alguna. Científico (doctorado y postdoctorado en astrofísica), ganador de los premios Hugo, Locus, Campbell y Nebula, autor de algunos importantes ensayos científicos y gran generador de polémicas con sus trabajos sobre "Star Wars" y sobre el universo de Tolkien, ha escrito obras como "El cartero", "El corazón del cometa", "Gente de barro" o "El triunfo de la fundación", con las que ha demostrado plenamente su capacidad de contar historias apasionantes en el contexto de un discurso sobre nuestro futuro sociológico, tecnológico y cualquier combinación de ambas cosas.
En esta trilogía, Brin teje una saga con mimbres realmente fascinantes: primordialmente, la evolución, el origen de la inteligencia y la lenta ascensión desde la animalidad hasta la sapiencia. Y lo hace contándonos tres historias sobre nuestro encuentro con civilizaciones extraterrestres y la constatación de que, después de una primera y aparentemente irrepetible "ascensión" espontánea (a la inteligencia, quiero decir) hace ya millones de años, todas las demás razas inteligentes de la galaxia han sido apadrinadas por una cultura precedente (de ahí lo de "pupilos").
Todas, aparentemente, han necesitado un "empujoncito" de parte de una cultura más antigua, ya evolucionada. Todas... menos la Tierra, al parecer.
En la primera novela, "Navegante solar", mientras nosotros nos encontramos tratando a apadrinar a los delfines y a los chimpancés, descubrimos una raza inteligente... en el sol. Y lanzamos una misión espacial para un primer contacto. En fin, materiales de construcción de primer orden. Pero, en mi opinión, Brin se lía un tanto a la hora de contarlo. Para empezar, creo que exagera un poco mezclando muchos elementos, no necesariamente "complementarios" en una misma línea especulativa. La idea de las razas tutoras y pupilas en una cadena interminable es una. La de la raza solar es otra. Pero resulta, además, que el personaje principal tiene personalidades múltiples disociadas y eventualmente autónomas". Y una de las razas extraterrestres emite rayos láser por los ojos. Vaya, que me parece un poco demasiado. Y da la impresión de que al manejar tantos elementos como un malabarista callejero furioso, no lo hace con la soltura suficiente y se vuelve un poco confuso.
En "Marea estelar", el segundo tomo de la saga, han transcurrido varios siglos y los delfines constituyen ya la mayor parte de la tripulación de una nave terráquea. Han descubierto los restos de una flora estelar de hace centenares de millones de años, probablemente de los casi míticos "Antecesores". Una docena de flotas extraterrestres (la imaginación y la habilidad narrativa de Brin se aúnan para presentar algunos especímenes francamente interesantes) persiguen y atacan a los terrícolas, refugiados en un planeta donde han evolucionado algunas razas realmente interesantes. Aquí sí, aquí brilla el mejor Brin. Cabe destacar la verosimilitud de la sicología, la lógica y el comportamiento de los personajes "no humanos", centrales en esta obra. Los delfines, por ejemplo, resultan particularmente creíbles. Y frecuentemente se expresan con algo muy parecido, formal y conceptualmente, a los "haikus" japoneses. Brin, por cierto, los construye muy bien.
En la tercera novela, "La rebelión de los pupilos", Brin va un paso más allá en la especulación sobre psicologías y lógicas alternativas alternativas. ¿Cómo determinan o al menos condicionan nuestras hormonas y nuestros instintos el desarrollo de nuestros hábitos de conducta y, en su caso, los comportamientos sociales, las normas de convivencias, la ética, la filosofía. ¿Cómo pensarías si fueras un chimpancé recién ascendido a la racionalidad? ¿O un gorila? ¿O cómo sería tu manera de pensar y relacionarte si, por ejemplo, fueses un ave? No creo que el título sea particularmente acertado, pero siento que este tercer tomo es el mejor logrado de la saga. Con cierta dosis de optimismo, pese a los inciertos antecedentes humanos en materia de ecología, Brin nos invita a creer en un futuro en el que no quedaremos tan mal parados a la hora de proteger los derechos de nuevas razas recién amanecidas a la sapiencia.
Cabe señalar que, muchos años después de esta trilogía, Brin escribió varias novelas más ambientadas en el mismo universo: "Arrecife brillante", "La costa del infinito", "Los límites del cielo" y algunos cuentos de "Horizontes lejanos".
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