Catorce dibujantes se enfrentan este fin de semana al reto de ilustrar otros tantos relatos de Juan José Millás en unas jornadas abiertas al público que se celebrarán en el Museo ABC
El sábado 28, a las 11.00, se entregará a cada uno de los 14 ilustradores el relato que le corresponde. La selección la ha hecho Millás; la distribución la editorial. Y tendrán hasta el domingo por la tarde para leerlo y realizar su trabajo. En público, en las estancias del Museo ABC, en la calle Amaniel de Madrid, en la zona de Conde Duque, abierto a cualquiera que quiera contemplar como los tres citados y el resto -Paco Roca, Juan Berrio, Pablo Auladell, Miguel Gallardo, Kike de la Rubia, Enrique Flores, Emilio Urberoaga, Antonia Santolaya, Agustín Comotto, Alberto Gamón y Adolfo Serra- afrontan el proceso de dar vida visual, con un plazo preestablecido, a un texto.
Y para debatir sobre el qué y el cómo de esta profesión. Materia altamente jugosa, visto el apasionado diálogo sobre la esencia de su labor en que terminó convirtiéndose lo que en principio no era más que una rutinaria presentación. Porque como todo lo que es interpretación, los ilustradores poseen una visión subjetiva de su trabajo. “Cada vez me interesan más los procesos”, dijo Antonio Santos. “Mi idea es hacer una lectura placentera del relato, y a partir de ahí, trabajar. Si el resultado me gusta irá al libro. Si no, seguiré con él, el tiempo que sea posible”, aseguró. Javier Olivares explicó que la ilustración es una labor extremadamente sensible. “La presencia del público. O del autor del texto, algo que casi nunca se produce, afecta al resultado”. Olivares usó un símil muy gráfico para exponer la diferencia de trabajar con tiempo o contra el tiempo: “En el primer caso es un poco la estrategia del buitre. Das vueltas y vueltas sobrevolando el texto, te aproximas despacio. En el segundo tienes que lanzarte en picado sobre él”.
Antes, Millás, había realizado una apasionada defensa de la ilustración que comenzó con una referencia a Alicia en el país de las maravillas. “No tiene estampas’, dijo Alicia cuando un adulto le entregó un libro para leer. En mi generación empezamos a leer con los cómics. Y parece que hacerse adulto es leer libros sin estampas. Nunca he entendido por qué el texto y la estampa no pueden convivir en una novela. Solo los textos más sesudos, los de ciencia, consideran que es lícito acompañar lo escrito con gráficos. Algo que en la novela se considera impensable”, aseguró el premio Planeta de 2007, que concluyó reivindicando la ilustración como un “territorio autónomo”. “No está al servicio del texto, no es ornamental”.
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