Publicado originalmente en "Moleskine literario". Aquí tienes el enlace.
Una extensa entrevista a Stephen King, quien pasaba por París para promocionar su nueva novela, ha sido publicada por el diario La Tercera . En la entrevista, el famoso “rey del suspenso” se muestra como un autor con los pies bien puestos sobre la tierra, consciente de su talento y de sus carencias: un escritor cuyo lugar es la silla donde escribe y nada más. Habla de EEUU, del éxito, del dinero, de las etiquetas, de los bestsellers, y recuerda una frase de Somerset Maughan: “Estaré en la primera fila del segundo rango”. King está seguro de que eso dirán de él. Y no es poca cosa.
- ¿Así que no le gusta venir a Europa?
Vine una vez a París con mi mujer en 1991, y otra a Venecia y a Viena en 1998 con mi hijo; esa vez pasamos una noche por París, pero fuimos a ver una película de David Cronenberg. En Europa paso vergüenza: no hablo otra lengua salvo el inglés, y no me gusta ir dándomelas de celebridad. Prefiero un perfil bajo. Yo vivo en Maine, en un pueblo pequeño donde soy uno más. Cuando vengo a París soy la novedad, nadie me ha visto antes; allí llevan viéndome toda la vida y les da igual; soy el vecino.
- ¿Y por qué tiende a infravalorarse?
Lo contrario de eso sería llamarme Il Grande, que sería lo mismo que llamarme El Gran Gilipollas. No quiero ser eso. Quiero ser tratado como una persona normal. Los escritores tenemos que mirar a la sociedad, y no al revés. Si mis editores me dicen que venga a París, es porque quieren vender libros. En las ferias de América trabajan chicas como gancho: se ponen en las puertas de los locales de striptease y mueven un poco el culo para atraer a los clientes. Aquí yo soy el que mueve el culo. En casa estoy en mi sitio, en la silla justa, escribiendo.Es ahí donde debo estar.
- ¿Qué se siente al haber vendido 300 millones de libros?
Lo importante es saber que la cena está pagada, el número de copias que vendes da igual mientras sean suficientes para seguir escribiendo. Adoro este trabajo.
- ¿No siente orgullo?
No sé si es orgullo, pero me hace feliz saber que mi trabajo conecta con la gente.Crecí para contar historias y entretener. En ese sentido creo que he sido un éxito. Pero el día a día es mi mujer diciendo: “Steve, baja la basura y pon el lavaplatos”.
- ¿Se siente maltratado por la crítica?
Al principio de mi carrera vendía tantos libros que los críticos decían: “Si eso le gusta a tanta gente, no puede ser bueno”. Pero empecé joven y he logrado sobrevivir a casi todos ellos. Muchos críticos saben que llevo años tratando de demostrar que soy un escritor popular, pero serio. A veces es verdad que lo que vende mucho es muy malo, por ejemplo 50 sombras de Grey es basura, porno para mamás. Pero La sombra del viento, de Ruiz Zafón, es bueno, y Umberto Eco ha sido muy popular y es estupendo. La popularidad no siempre significa que algo sea malo. Cuando leo una crítica muy negativa, me callo la boca para que el crítico no sepa que lloriqueo. Pero siempre las leo porque quiero aprender, y cuando una crítica está bien hecha, te ayuda a saber lo que hiciste mal. Si todos dicen que algo no funciona, te puedes fiar. En todo caso, la mejor réplica a una crítica la hizo un músico del XIX cuya ópera fue demolida. Le escribió una carta al crítico diciendo: “Estoy en la habitación más pequeña de mi casa. Tengo su crítica delante, y muy pronto la tendré detrás”.
- ¿Cómo es su relación con el dinero?
Nunca aprendí a ser rico, no dan clases para eso, y no crecí con dinero. De pequeño solía pedir 25 centavos para ir al cine o trabajar cogiendo patatas.Nunca pensé que tendría mucha pasta. Mi madre pasó sus últimos diez años cuidando de sus padres y en casa nunca hubo liquidez. En esos casos, si de repente amasas una fortuna, puedes volverte vulgar y comprarte un enorme Cadillac, trajes de tres piezas a medida y zapatos caros. Pero yo crecí en una comunidad yanqui donde la ostentación no estaba bien vista. Luego me casé con una mujer muy pegada a la tierra que se habría reído mucho si yo hubiera vuelto a casa con un abrigo de pelo de camello. Me habría dicho: “¿Quién te crees que eres? ¿Mohamed Alí?”. Aunque me vendo como una puta por los zapatos y los coches, solo tengo un coche eléctrico. Vivimos modestamente y damos dinero a las librerías de los pueblos pequeños, a Unicef, a la Cruz Roja.? Seguimos el lema de J. P. Morgan: el hombre que muere millonario muere fracasado. El dinero sirve para pagar las cuentas, hacer tu trabajo, ayudar a mi familia y a mi suegro.
- Háblenos de Danny Torrance, el niño de ‘El resplandor’, que ahora vuelve en ‘Doctor Sueño’.
Al final de El resplandor, era 1977, Danny tenía cuatro o cinco años, porque escribí la novela en 1976, durante el bicentenario, cuando era presidente Ford.Al principio de Doctor Sueño tiene ocho años. Durante 33 años, ese niño ha estado en mi cabeza. Me preguntaba qué sería de él, si seguiría o no manteniendo ese talento, el resplandor de leer los pensamientos de la gente.Creció en una familia terrible. Su madre malherida sobrevivió de milagro a la paliza de la mesa del comedor, y el padre, Jack, era alcohólico, como yo… Sabía que Danny debía seguir estando rabioso con el mundo, porque su padre era un canalla que abusaba de ellos. La rabia es el centro del libro, de Jack a Danny hay una generación marcada por la rabia.
- ¿Usted bebía mucho entonces?
Cuando escribí la novela, muchísimo. Pero ya sabe, los escritores tenemos que hablar de lo que conocemos.
- ¿Qué tomaba?
Tomaba mucha cerveza.
- Eso no es tan duro…
Es que me tomaba una caja diaria, 24 o 25 latas…
- ¿Con otras sustancias?
No en ese momento. Luego sí, tomé todo lo que pueda imaginarse. Cocaína, Valium, Xanax, lejía, jarabe para la tos… Digamos que era multitoxicómano. Lo malo es que entonces no había programas de ayuda, e hice de Jack un alcohólico peor que yo. Se intentaba curar la adicción por las bravas y era peor. Ahora he intentado equilibrar eso en Doctor Sueño pensando qué habría pasado si Jack hubiera tenido ayuda. Así que metí a Danny en Alcohólicos Anónimos.
- Aquella novela supuso que le etiquetaran como un narrador de historias de terror. ¿Le molestó?
La gente, y sobre todo los críticos y los editores, adoran las etiquetas, les gusta meter en jaulas a los autores, ponerles en una carpeta. Para los editores es como vender comida: este escritor os dará judías verdes; este, terror; este, chocolate.No me parece mal. Cuando salió Carrie, tenía dos novelas más escritas, y le pregunté al editor en Nueva York cuál prefería, una de un secuestro más literaria, Blaze, u otra de terror, Salem’s lot. Y él me dijo: “La segunda será un best seller, pero si sacamos la de terror, te encasillarán”. Y yo le dije: “Me importa un carajo si paga la cuenta del supermercado. Mi mujer me llama cariño; mis hijos, papá; mis nietos, abuelito, y yo me llamo Steve. Me da igual cómo me llamen los demás”.
- ¿Ha pensado en qué lugar de la literatura estadounidense quedará Stephen King?
Es difícil saberlo. No sé si hay vida después, aunque no creo. Pero si quedara algo similar a la conciencia, lo último que me preocuparía es saber si me lee o no la próxima generación. Dicho esto, cuando los escritores mueren, o sus libros se siguen publicando, o desaparecen. La mayoría desaparece. Quedan solo algunos, y esos son los importantes: Faulkner, Hemingway, Scott Fitzgerald, olvidado cuando murió y rescatado más tarde. En español, Cervantes, García Márquez, Roberto Bolaño, esos quedarán. Bolaño sabía tragar drogas y beber. Pero también sucede que queda la gente más rara: de Stanley Gardner, el autor de Perry Mason, quedó muy poco; pero no quedó nada de John D. McDonald, que era estupendo. Y apenas nada de John M. Cain, pero sí de Jim Thompson. Y, más extraño aún, queda Agatha Christie… Es decir, nunca sabes quién va a perdurar.Creo que los escritores de fantasía tienen más posibilidades de quedar. Y creo que, de mis libros, resistirán El misterio de Salems’ lot, El resplandor, It y quizá La danza de la muerte. Pero no Carrie. Y quizá también Misery. Esos son los imprescindibles para la gente que los leyó, pero no estoy nada seguro de que la gente siga pensando en mi trabajo cuando palme. Quién sabe. Somerset Maugham fue muy popular en su día. Ahora nadie lo lee. Escribió grandes novelas. Alguien le preguntó por su legado, y dijo: “Estaré en la primera fila del segundo rango”. Dirán eso de mí.
- ¿Ve cómo prefiere militar en segunda división?
Cuando estás dentro del negocio, sabes bien cuál es tu nivel de talento. Cuando lees a un escritor bueno, piensas: “Si yo pudiera escribir así”, notas mucho la diferencia entre lo que haces y lo que escribe gente como Philip Roth, Cormac McCarthy, Jonathan Franzen o Anne Tyler. Hay muchos muy buenos.
- ¿Sigue leyendo mucho?
Todo lo que puedo, cada día, aunque veo mucha tele. Y escribo todos los días, acabo de escribir una cosa sobre Kennedy para The New York Times. Este oficio es una pasión. Más que vivir de ella, me gusta practicarla. Preferiría estar escribiendo ahora en vez de estar aquí.
- Ya acabamos.
No, si es usted un tipo estupendo, pero es que las ideas me vienen sin querer.Esta mañana íbamos en el coche, nos paramos al lado de un autobús donde iba una mujer sentada y pensé: ¿Y si ahora sube un tipo y le corta el cuello? Será un cuento corto, aunque eso nunca se sabe; Carrie iba a ser un relato también y acabó siendo una novela. Lo importante es esa pregunta: ¿qué pasaría si…? Ese es el motor de mis historias.
- Y luego acaban en el cine o en la tele.
Sí, mucha gente va al cine en el mundo y eso ayuda a hacerte popular. Pero al final todo da igual, porque un día te encuentras con gente por la calle que te reconoce y te dice: “¿Eres Stephen King? Tío, me encantan tus películas”, y otro día, en un supermercado de Florida, me para una mujer y me regaña porque escribo cosas terroríficas. Dice: “Prefiero The Shawshank redemption”. Y yo: “La escribí yo”. Y ella: “No es verdad, para nada”. Y se larga.
¿El libro electrónico le ha ayudado a vender más? ¿Qué piensa de Amazon?
Amazon y el libro electrónico son fantásticos para los escritores. Si antes un editor decía no, era no. Ahora puedes editar tu libro y venderlo. Para los que llevamos tiempo en esto, es un mercado más. Antes había tapa dura, tapa blanda y audio. Ahora hay también libros digitales, que son maravillosos. Todo eso es formidable para los suministradores del material, que somos nosotros: siempre van a seguir necesitando historias. Es un problema para los editores, que siempre han sido los cancerberos de la calidad, pero muchos descubren en la red nuevos talentos. Y para los lectores es ambivalente: sin librerías, el 90% de lo que inunda en Amazon es basura. Como 50 sombras de Grey. ¡Vender eso como ficción es increíble!
No hay comentarios:
Publicar un comentario