Dario Fo novela la biografía de Lucrecia, la seductora y astuta mujer que la historia convirtió en modelo de maldad
Lucrecia Borgia, la hija del Papa. Dario Fo. Traducción de Carlos Gumpert. Siruela. Madrid, 2014. 272 páginas. 19,95 euros (electrónico: 9,99 euros)
Los Borgia, teniendo su origen en el reino de Valencia, jugaron con ventaja sobre las estirpes italianas en el concurso universal de familias infames. Y ganaron. ¿Qué más podían pedir a un clan meridional los cucos propagandistas del norte de Europa que ser de origen hispano, establecerse en la corrupta Roma del siglo XV y dar dos papas de los que uno, Alejandro VI, sería acusado de todas las vilezas posibles? A decir verdad, poco. Aunque, pensándolo mejor, también podían pedir que entre ellos hubiera una mujer maléfica. "Bingo", como dicen los yanquis, porque en aquella familia papal había una hija, Lucrecia, a la que los ceñudos historiadores pronto convirtieron en modelo de maldad.
Para recuperar la figura de aquella dama, el actor, dramaturgo y premio Nobel Dario Fo ha novelado una biografía que reconstruye bajo una luz nueva los episodios de su vida. La Lucrecia Borgia que en las películas abría disimuladamente un anillo hueco sobre la copa de vino de su víctima y dejaba caer el veneno, es en esta versión una dama cultivada e inteligente a la que su padre el papa Alejandro VI y su hermano César Borgia utilizan para fraguar alianzas familiares. Como los tiempos eran convulsos, el primer marido —Giovanni Sforza— pronto dejó de interesar y puesto que había huido, al parecer prevenido por su esposa, se le obligó a reconocer que era impotente y el matrimonio fue anulado. El segundo, Alfonso de Aragón, sirvió mientras César Borgia aspiraba al reino de Nápoles, pero una vez descartada esa pretensión fue asesinado en presencia de Lucrecia. Por fin, el tercero fue el duque de Ferrara Alfonso de Este, que la sobreviviría cuando falleció en 1519 de sobreparto.
Para rehabilitar al personaje, Fo niega las acusaciones de incesto con su padre y su hermano, y también que ella fuera la madre del llamado "hijo de Roma", cuya paternidad fue reconocida sucesivamente por el Papa y por su hijo César. Asimismo desmiente que Lucrecia tuviera un romance con el marqués de Mantua, su concuñado, pero sí entra en sus amoríos con el gran poeta italiano Pietro Bembo. El retrato, a la larga, nos muestra a una mujer que sabe que su supervivencia depende de la de su familia pero que, para su desgracia, también tiene más escrúpulos que su parentela. No se trata de una ingenua, claro, sino de una mujer astuta, capaz de seducir, que maneja su fortuna, leva ejércitos y hasta llega a sustituir a su padre el Papa como vicaria.
En conjunto, el relato es ágil y vivo, como no podía ser de otro modo teniendo en cuenta el oficio mayúsculo de Fo para los diálogos, aunque algunos sorprenden por el modo forzado en que recuperan información (páginas 106-109). También llaman la atención las notas a pie de página, ese recurso académico que sirve sobre todo para autorizar, en una recreación imaginativa y libérrima de escenas y conversaciones. En todo caso, los amantes de los relatos históricos y de la Italia del Renacimiento disfrutarán con esta Lucrecia Borgia remozada.
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