Publicado originalmente por Iván Thays en "Moleskine Literario". Aquí tienes el enlace.
La escritora Ursula K. Le Guin ha hecho una carrera sólida,
aunque alejada de las luces altas de la literatura debido a su
predilección por la literatura de fantasía y ciencia ficción. Los
National Book Awards han querido premiarla por una vida dedicada a la
literatura. En su discurso de aceptación (
aquí completo) ha mostrado no solo su talento como escritora, sino su valor como ser humano y como intelectual. Pueden ver
la nota en The New Yorker y también un
artículo-elogio de Edmundo Paz Soldán publicado en “La Tercera” y reproducido en El Boomeran(g).
Dice la nota de Edmundo:
La escritora que este miércoles 19 de noviembre
recibirá un premio de la National Book Foundation de los Estados Unidos a
“Los logros de toda una vida” (Lifetime Achievement Award) es conocida
por una novela sobre un adolescente enviado a una escuela para magos, en
la que aprende a usar sus poderes y distinguir entre la hechicería
“buena” y la “mala”; a partir de ahí se inicia un ciclo de novelas en
las que el joven mago descubre que el mundo puede ser ancho y ajeno pero
que tiene un papel importante que cumplir en él: es el elegido de las
fuerzas del bien para luchar contra las tinieblas del Mal.
No se trata de J. K. Rowling y el mago tampoco es Harry Potter. La escritora se llama Ursula Le Guin (1929) y la novela, Un mago de Terramar (1968),
es un clásico de la literatura de fantasía. Por esas cosas raras de la
vida -quizás porque no ha habido una buena adaptación cinematográfica—,
este libro ganador del Nebula y el Hugo, esta saga -que incluye libros
como Las tumbas de Atuán (1972) y La costa más lejana(1974)—,
no ha circulado tanto como debiera en América Latina. El mundo de Ged
(o Gavilán), el mago adolescente, es el de las leyendas medievales y las
sagas nórdicas. Ged vive en la isla de Gont, en medio del “tormentoso”
Mar del Nordeste en el mundo de Terramar; de esa isla descrita con
magistral vividez saldrá, gracias a su talento precoz, rumbo a la
Escuela de Hechicería de Roke, donde aprenderá a usar conjuros y “servir
a la necesidad… guiado por el conocimiento”.
La doctrina taoista de vivir en armonía con las
fuerzas primordiales de la creación está presente en la mirada que Le
Guin tiene sobre las cosas. La literatura de fantasía tiene mucho de
escapista, pero en manos de esta escritora también llega a otro nivel en
el que hay una disquisición profunda acerca de qué podemos hacer con el
poder que nos ha tocado en suerte. Así, Un mago de Terramar puede
leerse como una parábola sobre los usos del poder: un mal empleo de la
magia por parte de Ged desata la aparición de la Sombra, un espíritu
siniestro contra quien deberá enfrentarse. Pero ese espíritu es parte de
Ged: el mal no está en otra parte -como en las novelas de Rowling- sino
en nosotros mismos, y hay que vencerlo, “equilibrar el mundo… ahuyentar
las tinieblas con su propia luz”.
Le Guin es también una gran autora de ciencia ficción. La mano izquierda de la oscuridad (1969)
quizás sea más leída en las universidades que conocida por el gran
público debido a sus transgresoras políticas de género y sexualidad: en
el planeta Invierno, donde transcurre esta novela compleja, todos los
habitantes son andróginos (a veces hombres, a veces mujeres, y otras
veces ninguna de las dos cosas). Aquí la perspectiva es más bien
antropológica: La mano izquierda está narrada a través del
filtro de Genry Ai, un ser asombrado al descubrir los usos y costumbres
de un mundo diferente al suyo: ¿y qué hacemos sin las políticas de la
identidad sexual que tanto nos definen? En sus respuestas, esta novela
intuye cosas a las que mucho más tarde se enfrentarán los grandes
teóricos y teóricas de este tema (Judith Butler y compañía).
El premio que le darán a Le Guin solo lo han recibido
veintiséis escritores, entre ellos John Ashbury, Joan Didion y Toni
Morrison. Para Harold Augembraun, director ejecutivo de la National Book
Foundation, Le Guin ha “mostrado cómo la gran escritura ha destruido la
anticuada y nunca realmente válida distinción entre el arte popular y
el literario”. Palabras muy bonitas, pero lo cierto es que en el establishmentliterario
hay mucha gente empeñada en mirar en menos a géneros populares como la
ciencia ficción y la fantasía. De otro modo, no se entiende que se haya
tardado en reconocer tanto a Le Guin.
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