Decía Oliver Sacks que no vemos con los
ojos, sino con la mente. Peter Mendelsund lleva años tratando este
asunto. Ha publicado más de medio millar de cubiertas de libros en la
década pasada. Necesitó 60 bocetos para decidirse por el diagrama de
baile de su ilustración para Rayuela, de Julio Cortázar, y otros 70 intentos para dar con el efectivo neón sinuoso que imprimió en la portada de Los hombres que no amaban a las mujeres, de Stieg Larson. Pero padeció especialmente con dos títulos: el Ulysses (aquí, Ulises), de James Joyce, y su primer libro como escritor: What we see when we read (traducible como Qué vemos cuando leemos).
Portada de 'Los hombres que no amaban a las mujeres', de Stieg Larsson
Finalmente atrapó una idea: dibujó un
segundo en el ojo de una cerradura. Con esa portada minimalista ha
llegado a las librerías el primer ensayo que escribe. A las vez ha
llegado también la antología Cover, en la que
PowerHouse Book reproduce las mejores obras (y también muchas otras que
supo rechazar) de este legendario diseñador estadounidense.
Mendelsund sigue un proceso muy
concreto cuando trabaja. Apunta ideas y palabras en un papel con 16
rectángulos. En cada uno, una palabra, una frase, un boceto. “Todos lo
hacemos, aunque sea inconscientemente: cada palabra puede esconder
muchísimas memorias y asociaciones”.
Pero el ensayo revela una faceta más
novedosa de este gigante de las cubiertas de libros. En él, Mendelsund
se enfrenta a la pregunta que le ha perseguido toda su vida: ¿Qué vemos
exactamente cuando leemos? Este exitoso diseñador autodidacta (en
realidad estudió piano clásico y filosofía) lo explica con técnicas más
bien éxoticas. Por ejemplo, ubicando en un mapa las localizaciones de Al faro,
de Virginia Woolf. O encargando un retrato robot policial de Anna
Karenina. “Tolstoi nos dice muy poco sobre su aspecto. Y creo que lo
hace premeditadamente. Es crucial para que su texto funcione no cerrar
una Anna Karenina específica, sino la Anna Karenina de cada lector”,
explica por correo electrónico a ICON - EL PAÍS.
Quizá por eso, en su libro se permite una pataleta: reproducir una foto
de Keira Knightley encarnando a ese personaje en la versión fílmica
dirigida en 2012 por Joe Wright y estampar en la imagen la leyenda:
“Esto es una forma de robo”. “Sí, es que cuando veo a esa actriz como
Anna (y no importa lo maravillosamente bien que lo hace), Anna se ve
reducida. Ahora es francamente difícil deshacerme de la imagen de la
actriz. Cuando lea el libro de nuevo, será a Keira Knightley y no a mi
Anna a quien imagine. Odio que me pase eso”.
Tolstoi nos dice muy poco sobre el aspecto de Anna Karenina. Es crucial para que su texto funcione no crear una Anna específica, sino la Anna de cada lector
Es probable que de esa capacidad de
evocación que tiene una buena novela, esa intimidad existente solo en
los títulos sobresalientes y que se genera entre el que escribe y el que
lee, surge casi siempre ese comentario que tanto se escucha en las
colas de los cines: “A mí me ha gustado más el libro", se dice, no
siempre sin alardes pedantes. Mendelsund contesta: “Las películas y los
libros no pueden ser más diferentes. A la gente siempre le choca ver en
imágenes los personajes o paisajes que había imaginado. La novela es
mejor en la intimidad, en el peso simbólico…”.
Portada
de 'El corazón de la ciudad', compilación de artículos del crítico de
arquitectura de The New York Times, Herbert Muschamp
Porque si bien Mendelsund es
probablemente uno de los cinco portadistas más buscados por las
editoriales anglosajonas, vive su profesión con los sentimientos
encontrados que podría experimentar un bombero pirómano. Si por él
fuera, todos sus libros favoritos tendrían cubiertas sin ilustración
(como las españolas de Cátedra o las británicas de las ediciones
clásicas de Penguin): “Mi oficio puede ser un poco tonto si te paras a
pensarlo. Nadie necesita realmente un dibujo en la cubierta de su libro.
Y sí, me encantaría que las portadas de mis libros favoritos no
ofrecieran una información extra, para que no me distrajeran y para que
no influyeran en mi lectura. Una portada de libro es una interpretación
de un texto y yo prefiero leerlos siempre con ojos vírgenes”.
Portada de la biografía de Le Corbousier, de Nicholas Fox Weber
Es posible que su formación académica
influya en esa visión. Decía Roland Barthes que un texto era como una
partitura: cada lector podría interpretar de forma diferente esas mismas
notas. Y al fin y al cabo, hay algo aún más difícil de ilustrar: la
música (a la que Mendelsund ha dedicado gran parte de su vida hasta que
vio que con sus conciertos de piano no podría dar de comer a su
familia): “Las notas musicales no se componen para ser vistas… Dicho
esto, me encanta visualizar música. Siempre intento ir a espectáculos de
danza donde el coreógrafo imagina movimientos… y una de mis películas
favoritas cuando era un niño era Fantasía, de Disney”. Cuando era ese niño aún no dibujaba a los personajes de sus libros favoritos, pero sí tenía un hobby
que ha podido influir en su profesión: “Jugaba muchísimo a rol, juegos
en los que debes plasmar personajes imaginarios en el papel… ¿Quizás
empezó todo ahí? Dibujando elfos y dragones, mapas y castillos…”.
Portada
de 'Historia natural del piano: el instrumento, la música y los
músicos, de Mozart al jazz moderno y todo lo que hay entre medias'
Mendelsund sigue un proceso muy
concreto cuando trabaja. Apunta ideas y palabras en un papel con 16
rectángulos. En cada uno, una palabra, una frase, un boceto. “Todos lo
hacemos, aunque sea inconscientemente: cada palabra puede esconder
muchísimas memorias y asociaciones”. Por ese camino ha llegado a
ilustrar la Metamorfosis de Kafka en clave Pop Art, por ejemplo.
Portada de 'La metamorfosis y otras historias', de Franz Kafka
El caso es que, aunque suene algo mal
decirlo, Mendelsund prefiere tratar con autores muertos (o con sus
libros), ya que estos no se dedican a sugerir demasiadas ideas y a
fiscalizar otras. “Todo es mucho más sencillo si el escritor no está
vivo. Al fin y al cabo, hay una persona menos que complacer… Y cuando
trabajas en este negocio, siempre hay demasiadas personas que deben
aprobar tu trabajo”.
Mi oficio puede ser un poco tonto. Nadie necesita un dibujo en la cubierta de su libro. Una portada es una interpretación de un texto y yo prefiero leerlos con ojos vírgenes
Sin embargo, tuvo problemas con el
libro de un autor que en teoría ya no podía enviarle correos
electrónicos para molestarlo. Es quizás, junto con la de su propio debut
en las letras, la portada que más le haya costado imaginar. “Me
encargaron la cubierta del Ulysses de James
Joyce…. Y eso fue un gran reto. Primero, porque el libro no expone su
significado tan claramente. Segundo, es un libro que nunca había tenido
una cubierta que hiciera justicia al genio de Joyce. Tercero, adoro
demasiado ese libro. Por todas esas razones sufrí muchísima ansiedad
para dedicarle una cubierta decente… Al final, me decanté por una idea
muy simple y creo que funcionó relativamente bien”.
Portada del 'Ulises' Photo by: en inglés, 'Ulysses', o, aquí, 'UlYssES'
¿Qué hizo finalmente? Ante tantas
preguntas, garabateó una afirmación enérgica. Un rotulador negro destaca
con letra humana la Y, la E y la S. Extrae del título un “Yes” cercano,
el eco de la última palabra del libro. Allí se escondía la idea que
“sí” le hacía justicia a la novela. Ahora, en algunos artículos de la
prensa neoyorquina, los libreros de Manhattan aseguran que la gente
compra más copias del Ulysses con la portada de Mendelsund.
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