"Coral Glynn puede decepcionar a los lectores que disfrutaron de la extravagante reescritura de El guardián entre el centeno (Alianza editorial) que Camerón acometió en Algún día este dolor te será útil (Libros del Asteroide).” Con esas palabras, Marta Sanz comienza la estupenda reseña que hace al no menos estupendo Coral Glynn de Peter Cameron publicado por Libros del Asteoride. La reseña es de El Confidencial e incluye dos libros más: Harrietde Elizabeth Jenkins y La mala luz de Carlos Castán.
Dice la reseña:
Coral Glynn puede decepcionar a los lectores que disfrutaron de la extravagante reescritura de El guardián entre el centeno (Alianza editorial) que Camerón acometió en Algún día este dolor te será útil (Libros del Asteroide). También puede decepcionar a aquellos lectores a quienes no les guste sentir que todos los hilos que amarran un libro están atados y bien atados. En Coral Glynn cada oveja acaba con su pareja, pero nos queda un resquemor, un molesto trocito de carne entre los dientes: tal vez bajo la lana viven los piojos y otras bestias salvajes. Por debajo del cañamazo, este bordadito postbélico de la campiña inglesa está lleno de nudos que cualquier monja recriminaría a sus alumnas.
También los lectores habituales de novela sentimental pueden perturbarse. Nada es previsible ni en la historia de amor entre la enfermera Coral Glynn y el comandante a cuya madre ha ido a atender; ni en la de Robin y Dolly, el matrimonio amigo del comandante; ni siquiera nada es previsible en las conversaciones entre el ama de llaves y un inspector de la policía que entra en escena cuando se halla el cadáver de una niña en un bosque cercano… El lector llegará sobrecogido a un párrafo final que lo dejará solo en mitad de ese bosque oscuro. La sensación es estupenda y aterradora: el amor no redime. Tampoco borra los estigmas de clase, de la guerra, de las represiones. Coral Glynn es un kidney-pie envenenado. Posiblemente más kidney que pie, pero muy, muy venenoso.La sexualidad traumática es una constante en la narrativa de Cameron. El sexo aparece como forma de violencia y mutilación propiciada por un orden social desquiciado bajo la capa de cera del orden, las casitas, los jardines y las veladas civilizadas. En este contexto, lo mejor de la novela es la habilidad de su autor para definir el ambiente a partir de un detalle que hace perturbadoramente visible el entorno y sus rutinas: los perros de Dolly, cómo se acicala Robin antes de meterse en la cama, el cuerpo tendido de la mujer como algo “formidable y noble”, el llanto al hacer el amor, muñones de lápices y la figurita de un niño Jesús sin brazo pegada a un caramelo. También la trama se va ensuciando hasta el punto de que el melodrama empieza a sacar por debajo de la puerta la patita del terror: el juego sádico de unos niños, un anillo robado, el recuerdo de una violación, las quemaduras del comandante.Igual que Jane Eyre es sobre todo la loca encerrada en la torre, Coral Glynn es sobre todo una historia criminal donde la deshonestidad de ciertos corazones solitarios se enfrenta a la honestidad de otros que no se dejan embaucar por el espejismo de la perfección romántica. Por el espejismo de la redención. Cuando algo huele a podrido en Dinamarca es que en Dinamarca algo, en efecto, se pudre. Sobresale la pericia de Cameron para construir personajes sin grandes explicaciones psicológicas –vulnerabilidad, fuerza, intuición, el desamparo y la sexualidad de Coral- y su maestría para la escritura de diálogos desasosegantes, irritantes, irresolutos, como eje vertebrador de esta rara, rara, rara novela.
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