Algunas disculpas son particularmente incómodas.
Cuando, por ejemplo, sientes que has molestado a alguien y, aunque sea sólo por ello, te sientes obligado a disculparte.
Pero en el fondo... ¡necio, cabezota! no estás del todo convencido de haber cometido una falta.
Voy a explicarme, porque quiero creer que las "explicaciones" deberían ser, un procedimiento válido para solucionar diferencias y pulir asperezas.
Pero si estas últimas resultan ser las nuestras, desde luego,
pedir excusas.
En este blog, explico a sus pocos visitantes,
1.- ofrezco alguna información sobre mis novelas (es mi interés "mercenario", supongo. He escrito tres novelas, estoy escribiendo la cuarta y, desde luego, está visto que nunca viviré de la literatura),
2.- escribo algunas reseñas de los libros que leo (unos pocos al mes) y, además,
3.- incluyo todos los artículos sobre el mundo de la literatura que encuentro en Internet y me parecen interesantes.
Citando al autor, desde luego, y añadiendo el hipervínculo a la publicación original. Esa información la presento en la primera línea, de una forma notoria.
Pues bien, una bloguera -buen blog, excelentes reseñas, soy seguidor de ellas desde hace mucho tiempo- se ha sentido tremenda, profundamente indignada por haber incluido yo uno de sus artículos en mi blog. Completo.
No enumeraré los detalles de sus acusaciones, de ninguna forma quiero echar leña al fuego, pero si me gustaría explicarle, decirle, que los "protocolos" de Internet todavía no están tan claros. Que no siempre hay "mala intención" cuanto los comportamientos de otros no se adecúan a nuestra forma de entenderlos. Yo creo (soy periodista, de hecho soy profesor de periodismo en la universidad) que podemos reproducir el material publicado en las redes sociales (y los blogs lo son) siempre que no distorsionemos su sentido y, sobre todo, respetemos la propiedad intelectual. Señalando de forma inequívoca la autoría del trabajo.
Este criterio sería válido, en mi opinión, incluso para criticar duramente el trabajo en cuestión. Si fuese el caso, que no lo es.
La bloguera en cuestión (no la cito, insisto, para no agudizar la polémica) opina lo contrario. Y respeto su opinión, desde luego. He retirado su artículo de mi blog. No volveré a utilizar sus artículos. Y, sinceramente (tener mi propia opinión sobre el tema no le quita validez, supongo), pido disculpas por haberlo hecho.
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