Publicado originalmente en "El País". Aquí tienes el enlace.
El periodismo que practicó Jean-François Revel significaba claridad y verdad, poner las ideas al alcance del lector profano, pero sin trivializarlas y manteniendo el rigor, la elegancia y la originalidad.
¿Por qué lo hizo? Yo creo que para llegar a un público más amplio que el del ámbito universitario y, acaso, sobre todo, para no verse arrastrado al oscurantismo retórico, aquella forma de logomaquia vanidosa y mentirosa que zahirió con tanta valentía como exactitud en algunos filósofos de su tiempo en el segundo de sus libros, Pourquoi des philosophes? (1957) El periodismo que él practicó significaba claridad y verdad, poner las ideas al alcance del lector profano, pero sin trivializarlas, manteniendo el rigor a la vez que la elegancia y la originalidad de los buenos textos literarios. Sin embargo, el periodismo significa también dispersión y fugacidad; tal vez por ello, hasta ahora, salvo esporádicos empeños como el de Pierre Boncenne (Pour Jean-François Revel, 2006) nadie había intentado presentar de una manera sistemática y completa el pensamiento político de Revel y lo que significa en el contexto de nuestra época.
El profesor Philippe Boulanger acaba de hacerlo, de manera soberbia, con un ensayo que, gracias a una investigación exhaustiva de sus libros, sus artículos y su correspondencia y archivos depositados en la Biblioteca Nacional de París, presenta una visión de conjunto, coherente y minuciosa, del pensamiento político de Revel con el telón de fondo de los grandes debates, crisis nacionales e internacionales, conflictos ideológicos, la guerra fría y el desplome del comunismo, ocurridos durante la vida del pensador francés: Jean-François Revel. La démocratie libérale à l'épreuve du XXe siècle .
Sostuvo buena parte de su vida que el verdadero socialismo era inseparable del liberalismo
En su intenso rastreo, Philippe Boulanger muestra, ante todo, que las
ideas de Revel sobre el quehacer político se forjaron siempre a partir
de un cotejo constante de pensamiento y realidad, confrontando sin
descanso los hechos comprobables de la historia vivida y las
interpretaciones ideológicas, adaptando éstas a aquella y no acomodando
los hechos a ideas o esquemas abstractos preconcebidos, como hacía el
marxismo. Esto fue distanciando cada vez más a Revel de un tipo de
socialismo que, a su juicio, distorsionaba la historia para que
justificara una ideología que una lectura objetiva de la realidad
desmentía. Pero, y sobre esto Boulanger presenta pruebas
incontrovertibles, Revel sostuvo buena parte de su vida que el verdadero
socialismo era inseparable del liberalismo, y que el pecado capital del
socialismo francés era haberlo olvidado, sometiéndose al marxismo y
sirviendo de remolque al comunismo. De ahí, una de sus tesis más
atrevidas: que el comunismo era el obstáculo mayor que tenía el
socialismo francés para reformar profundamente a Francia y hacer de ella
una sociedad más libre al mismo tiempo que más justa. Y de ahí,
también, su simpatía por el socialismo sueco y por la socialdemocracia
alemana que, a diferencia del socialismo francés, nunca tuvieron
complejos de inferioridad frente al comunismo a la hora de defender la
democracia “burguesa”.Reivindicar el liberalismo en Francia, en la época que lo hicieron Jean-François Revel o Raymond Aron, no sólo era ir contra la corriente, sino querellarse al mismo tiempo con la izquierda y una derecha conservadora, populista y autoritaria representada por la Quinta República y el Gobierno del general De Gaulle. Pero esa orfandad no intimidó nunca a Revel, polemista y panfletario a lo Voltaire, que, a lo largo de toda su vida, opuso a los estereotipos en que querían encasillarlo, lapidarias respuestas que, de un lado, desvelaban la naturaleza caudillista y anti democrática del régimen impuesto por De Gaulle, y, de otro, denunciaban la dependencia del comunismo francés de la Unión Soviética y la ceguera o cobardía de sus “compañeros de viaje” socialistas y progresistas que se negaban a reconocer la existencia del Gulag pese a los abrumadores testimonios que llegaban a Occidente de los disidentes y el fracaso calamitoso de la economía dirigida y estatizada de la Unión Soviética y China Popular para elevar los niveles de vida de la población y la desaparición de todas las libertades que implicaba la llamada dictadura del proletariado y la abolición de la propiedad privada.
El libro de Boulanger muestra, también, que el liberalismo de Revel no incurría en la perversión economicista de ciertos economistas supuestamente liberales, malos aprendices de Hayek, logaritmos vivientes, para quienes el libre mercado es la panacea que resuelve todos los problemas sociales. Revel fue, en esto, contundente: para un liberal la libertad política y la libertad económica son indivisibles, la una garantiza la coexistencia pacífica y los derechos humanos, y la otra trae desarrollo económico, crea empleo y respeta la soberanía individual. Al mismo tiempo, una sociedad no alcanza nunca la plena libertad sin una rica vida cultural, en la que se puedan manifestar sin presiones ni dirigismos oficiales la creatividad artística e intelectual y el espíritu crítico. Para ello es indispensable una educación de alto nivel, privada y pública, pues ella crea la igualdad de oportunidades, esencial para que una sociedad libre sea también una sociedad equitativa, digna y genuinamente democrática.
Fue siempre un enemigo declarado de toda forma de nacionalismo, defensor de una Europa unida
Revel fue siempre un enemigo declarado de toda forma de nacionalismo,
un promotor de un gobierno supranacional, un defensor de una Europa
unida y abierta al resto del mundo, un defensor de la lenta disolución
de las fronteras a través de los intercambios comerciales y culturales, y
alguien a quien su espíritu curioso llevó a interesarse por otras
culturas, otras lenguas —dominaba cinco— y uno de los mejores
conocedores de la realidad de América Latina, sobre la que escribió
iluminadores ensayos, refutando a sus ingenuos compatriotas que se
empeñaban en ver, como un modelo de revolución democrática, el castrismo
y las fantasías guevaristas de erupcionar el mundo creando “dos, tres,
Vietnam”.Aunque la política le apasionaba, estaba convencido de que ella no debía absorber toda una vida. En todo caso, ella no agotaba su inquietud múltiple, su pasión por conocer, lo que hacía de él un heredero directo de la gran tradición humanista occidental. Escribió una historia de la filosofía, sobre todo centrada en los pensadores griegos y latinos, y en los renacentistas, para lectores profanos, que se lee con el interés de un libro de aventuras, y ensayos sutiles y polémicos sobre Proust, sobre Descartes, y, sobre gastronomía, Un festin en paroles, en el que mostró, sin embarazo alguno, además de su ironía y buen humor, su pasión por la buena mesa y las buenas bebidas.
Tenemos que agradecerle a Philippe Boulanger el enorme trabajo que debe haber significado para él escribir esta formidable biografía intelectual y política de Jean-François Revel. Ha sido un acto de justicia con uno de los pensadores más agudos y actuales, uno de los mejores continuadores de Tocqueville, y, a la vez, uno de los más injustamente marginados en un país en el que, pese a todas las frustraciones y fracasos que le ha significado aferrarse a la tradición anacrónica del Estado fuerte, grande e intervencionista, que han compartido tanto la izquierda como la derecha, la lección de Revel ha sido desoída y negada. Ya no será posible seguirlo desconociendo después de este admirable reconocimiento de Philippe Boulanger, que ha demostrado la riqueza, profundidad y actualidad de sus ideas.
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